Situación actual de la familia en Argentina.

Situación actual de la familia en Argentina.

La familia, su conformación, su dinámica y su impacto sobre sus miembros, ocupa un lugar central en este trabajo debido a que el OF trabaja con ellas y porque desde una perspectiva sistémica es el “lugar” desde donde se leen e interpretan todos los comportamientos.

Es un hecho indiscutible y así lo afirma el Observatorio Social Argentino de la familia, la disminución vertiginosa de los aspectos formales de la familia tradicional, en especial debido al crecimiento de la cohabitación (sin el matrimonio formal) y la presencia de numerosas parejas a lo largo de la vida de las personas. Esta observación, explica el observatorio, “no implica valoración alguna desde lo religioso o lo moral”: sólo muestra que es necesario seguir estos fenómenos con atención, pues la inestabilidad en los vínculos tiene repercusiones diversas en el sistema familiar. Afecta primordialmente las funciones básicas de la sociabilidad como son “la educabilidad y permanencia en empleos”. Así mismo el manejo de los afectos, roles y funciones, la comunicación y la adaptabilidad de los miembros del sistema.

Según un estudio de Fundación Eforo,  en Argentina existen 9,2 millones de hogares con un promedio de tres personas por hogar. La mitad están formados por una pareja (con o sin hijos/as), denominados “biparentales núcleo”, el 18,8% son “unipersonales” (conformados por una sola persona) y 14% son “monoparentales núcleo” (aquellos en los que un único progenitor convive con sus hijos/as).  A su vez, 1 de cada 10 viviendas son habitadas por una familia “tradicional”, compuesta por madre, padre y dos hijos y se observó un crecimiento de las viviendas unipersonales. Por último, el 16,5% está ocupado por familias núcleo en convivencia con otros miembros.

La “jefatura del hogar”, asociada al salario más alto dentro del grupo familiar, contempla que el 56,7% de los hogares de Argentina tienen a un varón como jefe de hogar y 43,3% a una mujer. Asimismo, hay diferencias en el tipo de hogar que habitan los jefes respecto a las jefas: mientras que los primeros pertenecen mayoritariamente a hogares biparentales, las jefas mujeres se concentran en hogares monoparentales y en presencia de hijos/as. Por otro lado, según el trabajo realizado por el área económica de la fundación, la mayoría de las mujeres tienen niveles educativos superiores al de los hombres, más allá de la configuración del hogar. Se aprecia una mayor proporción de jefas mujeres con estudios universitarios completos a comparación del porcentaje de jefes varones con ese nivel de educación. 

Uno de los rasgos más sobresalientes de las nuevas familias es la corta duración de los vínculos y su fragilidad.

A diferencia de la familia tradicional, que era asumida culturalmente como un ámbito estable para el desarrollo vital de la pareja y del sistema completo, con los hijos, las nuevas familias se conciben no como un contrato duradero sino como una relación de plazo incierto y bajas posibilidades de continuidad a lo largo del tiempo. Hoy pareciera que el slogan no es “hasta que la muerte nos separe” sino “hasta que los problemas nos separen”. Pero además de los cambios en la forma que toman las relaciones de pareja, la otra característica relevante es la inestabilidad del vínculo. Una de las características vinculadas a esta situación es la baja tolerancia a la frustración que presentan, sobre todo las generaciones más jóvenes, los llamados Nativos digitales y Millenials, esta baja tolerancia a la frustración está profundamente enraizada a la casi nula gestión emocional; tarea que debe educarse en las familias para la educación de los hijos.

No solo por esto, sino también otras variables entran en juego aquí, pero indudablemente no solo las parejas se separan más que antes, sino que los vínculos son más efímeros y tienden a formar una suerte de secuencia en el tiempo que va dejando como resultado hijos de varios padres que conviven generalmente con la madre, son las madres jóvenes quienes por encima de los hombres, sobrellevan casi exclusivamente las responsabilidades de crianza y cuidados cotidianos de los hijos/as cuando se separan, divorcian o son madres solteras, esto en un 10 a 1 aproximadamente. Sin embargo números estudios parecen demostrar que los hijos que conviven con ambos padres demuestran mejor desempeño en sus aprendizajes escolares.

El tema de la paternidad temprana, es a la vez causa y efecto de la inestabilidad familiar, en especial en las parejas pobres. El planeamiento de la llegada de los hijos no es menor en todos los países occidentales, especialmente en América Latina: El 48% de las adolescentes que dan a luz no buscaron ese embarazo. La mayoría de los embarazos (60%) no son planeados ni inicialmente deseados. Cerca de dos tercios de las puérperas encuestadas no esperaba tener un hijo al momento que quedó embarazada a pesar de que no estaba utilizando un método anticonceptivo. En la Argentina, donde la fecundidad total es relativamente baja (aproximadamente 2,2 según datos del Banco Mundial), la tasa de fecundidad adolescente es desproporcionadamente alta y no ha descendido de la misma manera que la de las adultas. Según estimaciones de la CEPAL, la tasa de fecundidad adolescente de la Argentina muestra valores por encima de los observados en países como Haití, Costa Rica y Paraguay. Isabel Sawhill ha introducido a este efecto la idea de que hay quienes van “a la deriva” a diferencia de quienes pueden planificar su vida; significando que algunos padres pueden postergar su paternidad hasta que, conscientemente, han completado ciertas etapas previas

(educación, consolidación en el trabajo y en la pareja), mientras que otros reciben el hijo sin haberlo planeado y cuando todas estas etapas estan en una situación de fragilidad. Y afirma también que hay una clara correlación de una y otra situación con el nivel de ingresos: los pobres tienen muchas mas posibilidades de estar “a la deriva” y de transmitir esa limitación en las capacidades a sus hijos como consecuencia de la fragilidad que tienen en su propia familia.

Es interesante entonces verificar cómo desde diversos espacios de investigación se verifica el negativo impacto que sobre el desarrollo posterior de la vida tienen las situaciones que genéricamente podemos denominar de stress y dificultades del vínculo afectivo en la infancia.

El apego débil genera en los más chicos (posteriormente adultos), una gran fragilidad en su capacidad de vincularse y tomar decisiones. Por el contrario, un apego seguro genera mayor estabilidad, mejores posibilidades de resolución de conflictos y una mayor autonomía.  

Las habilidades emocionales y la resolución de conflictos (internos y de interacción) son esenciales para tener éxito en múltiples actividades de la vida, desde los vínculos pareja, familia, la escuela , el trabajo, pasando por los vínculos cotidianos que exigen toma de decisiones y persistencia en las relaciones. Su concreción es un proceso que comienza en la interacción temprana con personas significativas (en particular los padres), del clima del entorno y de los ejemplos; de los incentivos a desarrollar comportamientos positivos; todas cuestiones en las que la estructura y el clima familiar es vital.

En situaciones de apego inseguro, con familias más disfuncionales las experiencias de malestar, sufrimiento y stress generan modificaciones en la neurofisiología que se proyectan más allá de la infancia, marcando con intensidad el comportamiento posterior de las personas. Ese stress puede iniciarse en el vientre materno y existen estudios que demuestran el daño que la violencia o aun la incertidumbre producen sobre el feto.

Por otro lado y para finalizar, podría tratarse de la deconstrucción de un paradigma familiar y de vínculos en interacción que está desmoronándose y aún no asistimos de uno nuevo, sino que se estaría gestando. En estos términos y como expresara el doctor Roque José Bozzo, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Británico, vicepresidente del capítulo de Medicina Psicosomática de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) “la problemática más frecuente en las familias argentinas es el debilitamiento de los valores…” que alguna vez sostuvieron todo el edificio socio-cultural y las normas sociales.

Estamos frente a una transformación radical de la estructura y dinámica de la familia, de tal dimensión que nos atrevemos a hablar del surgimiento de la “familia líquida”. Enfrentamos una estructura de relaciones cada vez más cortas, con una prevalencia de la cohabitación sobre el matrimonio, con hijos que conviven con varios padres y con una interacción entre padres e

hijos que se disipa con el tiempo. Convivimos ya con un inicio prematuro de la sexualidad y de la paternidad, en una situación caracterizada por la baja planificación de los nacimientos, en especial entre los más pobres.

Esta nueva estructura y nueva dinámica de la familia, generan numerosos efectos de diversa índole sobre todos sus miembros, con un impacto significativo sobre la dinámica social.

El impacto sobre el desarrollo afectivo, educativo y de las habilidades emocionales; sobre el apego, la capacidad de control del stress, la violencia y las adicciones; y en definitiva sobre la posibilidad de completar el ciclo educativo, están probados por estudios científicos.

Las razones de esta situación son económicas y culturales y su resolución va a requerir mucho tiempo y recursos.

Las personas construyen su proyecto de vida en base al ingreso corriente que logran con su participación en el mercado de trabajo, con el mayor o menor acceso a bienes públicos de calidad y con otros recursos que les aseguran la posibilidad del ejercicio pleno de sus derechos. Estas condiciones no están equitativamente distribuidas; y la carencia de ellas en momentos claves de la vida genera encadenamientos perversos de los cuales es muy difícil salir. Entre estos encadenamientos, la dificultad para constituir y sostener parejas estables tiene un lugar relevante; a lo que debe sumarse luego su efecto sobre los hijos.

La calidad de la crianza de los hijos es un aspecto esencial de este proceso y existen experiencias que pueden reproducirse para lograrla. La principal medida es tomar a la familia como un sujeto central de las políticas públicas en las numerosas áreas en las que las mismas pueden afectarlas.

Todo esto expresado aquí y mucho más que no está en estas líneas interpelan profundamente al Orientador Familiar a estudiar y capacitarse. Nuestra formación y esfuerzo constante para estar a la altura de estas necesidades es un deber ético y profesional ineludible para todo aquel que quiera dedicarse a hacer del sistema familiar y los vínculos e interacciones en general su vocación de servicio.

Bibliografia y webgrafía:

Fundación Eforo. Disponible en: https://eleconomista.com.ar/sociedad-redes/informe-sobre-caracterizacion-hogares-argentina-n53257

Observatorio Social Argentino. La familia hoy. Disponible en: https://www.observatoriosocial.com.ar/familia-liquida/trabajos-en-familia/articulos-y-material-de-lectura/la-familia-hoy

Valgañon, M.B. (2012), Vínculos familiares en Transformación, Estilos, modelos y competencias parentales. Mendoza, Argentina: SS&CC ediciones.